me acompaña la extraña
contemplación de tus palabras
y las miradas furtivas de tu propia
soledad.
No me abandono en la melancolía, pues de tu firme existencia sé.
Más bien me acomodo en nuestro
cercano ayer,
en los vaivenes de felicidad que tuve
colgada del pico de esa luna
que nos mira.
Carmen Agredano González
La Coronada
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