sábado, 14 de diciembre de 2013

Un homenaje a Santiaga y Eloísa.

Tenía muchas ganas de hacer un elogio a los nombre que presiden nuestra asociación, además de por la importancia que tuvieron en nuestro pueblo, porque soy nieta de Eloísa y bisnieta de Santiaga.

A mi bisabuela Santiaga no llegué a conocerla. Solo puedo hablar de ella por lo que he oído. Era una mujer bajita, agraciada y bastante generosa. Eligió una profesión de forma desinteresada y se interesó en inculcársela a su hija Eloísa, mi abuela. De ella tampoco recuerdo nada. Por sus fotos se ve que era una mujer alta, morena y con una sonrisa que agradaba verla.

Al igual que su madre, mi abuela se desvivía por su trabajo, en el que no había horarios ni fechas. Vivía inmersa en su mundo de curas, pinchazos y demás quehaceres. A veces descuidaba lo suyo por servir a la gente lo mejor que podía. Fue también una de las primeras en hospedar a gente en su casa, como, por ejemplo, a nuestra vecina doña Paquita, fallecida tristemente. Era tal la pasión que ponía que siempre don Francisco Aguilar, médico y tocólogo del término municipal de Fuente Obejuna, le decía: «Estoy enamorado de tu trabajo y del interés que pones por hacerlo lo mejor posible.» Las personas mayores me cuentan que era una casa a la que, fueras a la hora que fueras, siempre estaba abierta. Si algún día necesitabas ayuda, allí estaba ella. Y, cómo no, a nuestra asociación, por hacerle honor a sus nombres, gracias de corazón.

En relación a su vida familiar, mi abuela se casó a los veintiséis años, con Juan Manuel Rivera. Tuvieron tres hijos. El mayor, conocido por todos como Pepito; mi padre, el segundo, Ignacio; y el más pequeño, Paco. Se quedó con las ganas de tener una hija. Por ello, cuando yo nací, me cuenta siempre mi madre que lo primero que hizo fue enseñarme a mi abuelo y decirle: «Mira, Juan Manuel, lo que nosotros no hemos conseguido lo ha hecho tu hijo.» Lástima que no haya tenido la oportunidad de conocer a dos nietas más, otras cinco bisnietas y una tataranieta, aparte de sus tres nietos y su bisnieto.

Desgraciadamente, muere en abril de 1971 con cuarenta y siete años, a causa de una enfermedad incurable en esa época, leucemia, a pesar de ser tratada en el Hospital Clínico de Barcelona, en el que pusieron todos los avances a su disposición. Dejó atrás un niño con tan solo cinco años, el cual se fue a empezar una nueva vida con una tía paterna en Belmez, donde lo trataron y lo tratan como un hijo y un hermano más. Pero quien sufrió de verdad fue mi abuelo, que vio cómo de la noche al día su casa se quedó vacía y las puertas que nunca se cerraban ya sí lo hacían. Sus vecinas Teresa y Luisa sabían de verdad lo que pasó, pues siempre recordaban escucharlo llorar  a voces llamando a su Eloísa.

Para finalizar, me gustaría nombrar a mi tía Jacinta, tía Basilia, Dolores, Edelmira, Angelita de Rafael, Luisa de Juan, Camila y Manolo de la Juliana, que siempre, de una forma u otra ayudaron a mi abuela para que nunca le hiciera falta de nada y, sobre todo, en sus últimos días.

M. del Mar Rivera
Asociación de Mujeres de Cuenca

No hay comentarios:

Publicar un comentario